Comunicación: entenderte con tus hijos.

Habitualmente se espera que al llegar a la pubertad, los hijos pasen por una etapa en que pareciera que hablan un idioma distinto al de sus padres haciéndolos sentir constantemente frustrados y desgastados con sus continuos e inexplicables cambios de humor. Pero aun antes de esta etapa, a veces puede ser difícil comunicarse con los hijos.

Ya sea porque aun no saben expresar lo que sienten, piensan o desean, o porque los padres andamos siempre a las carreras y poco les ponemos atención, la comunicación familiar se va fracturando, haciendo más difícil la relación al momento de llegar a la adolescencia.

En este artículo, te decimos cómo fomentar una comunicación clara y saludable con tus niños, para evitar malentendidos, hacerlos sentir valiosos y escuchados, hacerte escuchar y reforzar los lazos con ellos.

La comunicación es más que palabras.

La comunicación es un intercambio de información. Este intercambio no sólo ocurre de manera verbal. Además de la palabra, los gestos, la entonación, la postura del cuerpo y hasta el contexto de la situación hacen que cambie el significado de lo que se ha dicho. Existen, por ejemplo, miles de maneras de decirle a un niño que es importante, y no todas se comunican forzosamente con la palabra. Es por esto que aprender a comunicarse se vuelve esencial. Y esto incluye explicar claramente lo que se quiere comunicar y asegurarse de haber entendido lo que el otro quiere comunicarme para evitar caer en errores de interpretación o de expresión.

Hablar para que se sepa escuchado.

Como adultos sabemos que cuando una persona no nos mira mientras nos escucha, nos sentimos poco atendidos. Los niños lo perciben de manera similar.

Para comunicarse con los niños, es necesario procurar agacharnos tanto como sea necesario para quedar a su altura, cara a cara y buscando sus ojos. Para comprender esta regla, pídele a alguien de tu confianza que te platique cuente las cosas que no le gustan de ti mientras está de pie y tú estás sentado en el suelo. Notarás cómo deberás esforzarte para captar mejor el significado de lo que te dice, y a la vez tendrás un sentimiento de ser ignorado o estar indefenso ante esa persona.

Escuchar con interes genuino

Por supuesto, es necesario que sientas un interés genuino de escucharlo. Si pones atención a tus relaciones diarias, podrás descubrir a muchos adultos que en realidad no tienen interés en lo que se les dice, sino que pareciera que están esperando su turno para hablar. Los padres solemos cometer este error con los niños, cuando, por ejemplo, nos cuentan que se han metido en un problema, y de inmediato comenzamos a sermonearle, regañarle, criticarle o aconsejarle interrumpiéndolo y dejando de lado aspectos importantes, como qué sintió al respecto, qué piensa de la falta que cometió, qué cree que debería hacer al respecto o cómo planea resolverlo, y por lo tanto, haciéndole sentir como poco importante.

Toda comunicación es una petición

Es muy importante tener en cuenta que toda comunicación es una petición, por lo tanto, cuando tu hijo te cuenta algo, tu primer pensamiento debería ser: “¿qué me está pidiendo al contarme que lo regañaron en la escuela?, ¿quiere un consejo, consuelo?, ¿quiere sentir que yo sí le creo que no tuvo la culpa?, ¿me está pidiendo que lo regañe, o qué?”

Con práctica, te darás cuenta que, más que nada, los niños desean que les digas que son importantes mediante una escucha atenta y activa. Si practicas esta forma de comunicación con tus hijos, ellos no dudarán en contarte sus dudas y problemas, fortaleciendo los lazos de confianza y afecto, que son tan importantes para su desarrollo emocional.

Hablar para que te escuche.

Hacerse entender es tan importante como escuchar. No lo olvides: toda comunicación es una petición, por lo tanto, si te haces entender correctamente, tienes más probabilidades de recibir lo que estás pidiendo. Para ello, es importante que te asegures de haber sido entendido correctamente. No des por hecho que has trasmitido lo que deseabas, pregúntale qué entendió de lo que acabas de decirle. Si lo ha entendido mal, aclárale. Te sorprenderá descubrir que en muchos de los casos, los hijos no obedecen porque no han entendido lo que se les pidió.

Una regla de la comunicación clara consiste en no jugar al adivino: no puede saber lo que quieres si no lo dices, dilo. La contraparte de esta regla implica que, aunque tú creas que sí, no sabes lo que piensa o siente, mejor, pregunta siempre.

Hablar para reprenderlo.

Existe un malentendido acerca de la nueva forma de la paternidad. Las personas han comenzado a creer que estrechar lazos con los hijos significa no regañarlos, pegarlos o castigarles. Estoy de acuerdo siempre y cuando se cuente con herramientas para ayudarles a comprender lo correcto y lo incorrecto.

La comunicación clara es una de las herramientas más efectivas para logarlo.

Cuando dialogues con tu hijo con respecto a su conducta, además de practicar las reglas mencionadas antes, evita las palabras absolutas, como lo son: siempre, nunca, todo, nada, todos, nadie. Las palabras absolutas conforman frases irreales. Piensa en las frases que has utilizado con tu hijo usando estas palabras y descubrirás que casi siempre son exageraciones.

Frases como “nunca haces nada bien”, “siempre andas todo greñudo”, “todo lo que quieres es jugar”, descalifican aquellas ocasiones en que sí ha hecho las cosas bien, y le dan el mensaje de que no sólo hizo algo malo, sino de que todo él es malo. El que tu hijo tenga conductas indeseables no significa que él sea indeseable, es por esto que debemos evitar etiquetarlo con palabras absolutas que le hacen incorporar sus errores como parte de su autoconcepto.

Si la relación con tus hijos pasa por un mal momento, tal vez sea hora de introducir un mediador que les ayude a entenderse mejor.

No lo dejes para después.

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