Hiperactivos: ¿enfermos psiquiatricos o pequeños vulnerables?

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Hiperactivos: ¿enfermos psiquiatricos o pequeños vulnerables?

Se dice que un niño hiperactivo necesitará del apoyo de un neurólogo, un psiquiatra y un psicólogo, medicinas y entrenamiento conductual hasta que sea adulto.

Pero existen niños que, aunque exhiban las mismas conductas de un niño hiperactivo, no presentan un trastorno físico, sino uno emocional.

 

 

 Existen motivos emocionales que causan la conducta hiperactiva.

Algunos niños considerados hiperactivos han tenido un fuerte impacto, una pérdida importante, viven en un ambiente familiar hostil, necesitan más atención de la que reciben, etc., y no han podido tramitar correctamente estos sentimientos. No saben qué sienten ni cómo expresarlo de manera saludable. No saben comunicar sus necesidades a sus padres y la única forma de expresarse y recibir atención que conocen es agredir y molestar.

 

Tristemente, estos niños logran conseguir atención de los demás, pero en forma negativa. El adulto se acerca a ellos, irritado y molesto, con lo que el niño se va sintiendo cada vez más sólo, más indigno de cariño, más rechazado, sin darse cuenta que él genera la realidad que le rodea, y sin poder hacer nada al respecto. 

Niños consentidos.

Un hogar donde el niño ha sido demasiado consentido también suele provocar este tipo de conductas, pues el niño  desarrolla muy baja tolerancia a la  frustración. Está acostumbrado a obtener todo lo que desea, y a no hacer aquello que no quiere. Al salir al mundo real, -la escuela-, se topa con una realidad más dura, donde debe hacer cosas que preferiría no hacer, y no puede hacer aquello que disfruta. Esto le causa confusión y enojo, el cual desencadena la conducta agresiva.

 

Para este tipo de niños, lo recomendable es un tratamiento psicológico que aborde específicamente lo emocional, apoyado en una asesoría de padres para ayudarles a estos tanto a dotarlos con nuevas herramientas para restablecer el orden en casa, como para brindarle al niño la cercanía, atención positiva y seguridad que con su conducta está demandando. 

Niños sin límites.

Otro factor que puede influir en la conducta inquieta de estos chicos, es una familia con límites poco claros, inconsistentes o permisivos. Suele suceder donde hay madres que trabajan, y sólo pasan poco tiempo con sus hijos, por lo que el control de la conducta de los hijos está en manos de un cuidador. Cuando este cuidador son los abuelos, es problema es doblemente complicado, porque los abuelos consentidores usarán su autoridad de padres para unirla a la voluntad del niño contra el poder de la madre, dándole al niño el derecho de mandar en casa.

 

Las mamás que se sienten culpables por alguna razón, suelen tener hijos que no reconocen reglas, pues aunque ellas intentan poner límites, no pueden soportar ver sufrir a sus hijos, entonces omiten la consecuencia que habían puesto y el niño va aprendiendo que mamá no es capaz de cumplir lo que promete, aprovechándose de la situación. Estos niños crecen con una carencia de estructura.

 

Aun cuando los niños padecen las reglas y las consecuencias que se les impone por romperlas, es importante reconocer que éstas son necesarias para su sano desarrollo emocional. En un hogar donde existe orden y estructura, el chico crece con un sentido de seguridad, de que el mundo no es incierto y de que tiene un centro de donde sostenerse aunque el mundo exterior (y a veces el interior) sea un caos. Cuando esto falta, el niño actúa con desesperación.

 

En estos casos, lo recomendable es que mamá sea quien reciba la asesoría para ayudarle a erradicar la causa de la conducta de su hijo.

Si tu niño presenta conductas problemáticas, no dudes en buscar la ayuda adecuada.

 

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